El sendero se estrecha a veces, se corta, pero reaparece en este caminar colectivo autónomo constantemente agredido. Volvemos la mirada hacia la comunidad, tanto la tradicional como la reciente y de espontánea creación. Las pisadas esta vez son de mujeres o personas que así eligen llamarse en este momento del recorrido; se mezclan en el sendero con las otras, no se separan de los temas ya descritos, sin embargo, pensamos que hay que mirarlas más de cerca para entender su crucial importancia en las luchas comunitarias y autónomas. ¿Cómo entender el feminismo y la lucha de las mujeres desde la autonomía? ¿Cómo se crea una comunidad antipatriarcal? Las autoras Gaya Makaran y Fabiola Ramos proponen la utilización del término “feminismos autónomos” para dar cuenta de las expresiones de lucha y organización dentro del feminismo que rompen con sus versiones acomodadas en el sistema y buscan formas transgresoras de organización y de lucha, donde la denuncia antipatriarcal se une a la acción anticapitalista, antiestatal y anticolonial. El arte callejero que politiza la estética, junto con la experiencia de construcción de espacios feministas autónomos como La Gozadera en México y La Morada en Colombia, compartidas en un fotorreportaje por Libertad García Sanabria y Jennifer Espejo, nos muestran la importancia de la creatividad y la búsqueda de la expresión propia en la construcción de la autonomía. Estar en común es crear juntas espacios, cuerpos, lenguajes y vínculos rebeldes que permiten experimentar sociabilidades alternativas y reinventarnos frente a las formas de ser y estar construidas por el patriarcado.
La lucha de las mujeres contra la violencia sistémica y directa que las rodea exige desbordar los límites de la mera protesta y construir mecanismos comunitarios de prevención y justicia que nos permitan reforzar nuestra autonomía en esta materia frente al Estado corrupto y cómplice, como lo explican en su ensayo Xóchitl Guerrero, Mariela Cruz y Alexis Jovan. De ahí, estos procesos implican construir, plantear y promover otras formas de sociabilidad, algunas basadas en la autoorganización colectiva, comunitaria y solidaria que han ofrecido a las mujeres condiciones de posibilidad para acceder a una vida sin violencia machista. El regreso a la comunidad significa, como lo muestran en su fotorreportaje testimonial Malely Linares Sánchez y Fogata Kejtsitani Mujeres por la Memoria de Cherán, que las mujeres tomen las riendas de los destinos, tanto propios como colectivos. Su participación en la vida en común, además de indispensable para la reproducción de la comunidad, empieza a afianzar su protagonismo político como defensoras y guardianas del cuerpo-territorio y sus memorias societales tejidas entre generaciones.
En nuestro senderear nos acompañan los relatos de Carlos Ortega Muñoz y la poesía de Fernando Cruz Santiago que, como los pájaros que cantan en el camino, tienen un mensaje para nosotros, unos nos ponen en alerta, otros traen recuerdos, todos nos inspiran a imaginar. Los tres relatos son un conjunto que se entreteje con los contenidos de los demás trabajos, despertando curiosidad por hacer formas otras y otras formas de relaciones sociales para (re)producir la vida y construir en común futuros con horizontes emancipatorios. Se refiere a aquello que puede llegar a ser, existir, suceder, hacer(se) o accionar(se). En un contexto de dominación que busca la sumisión total de otras formas de vida ante el capital, se hacen presentes diversos modos de organización, lucha y resistencia.
Así, en “Lazos y globos”, un monólogo interno frenético, se reflexiona sobre las prácticas de solidaridad y apoyo mutuo para intentar construir otras relaciones sociales que se conviertan en soportes, globos que nos permiten flotar en el océano inmenso de la vida. El relato realista de tipo histórico “De cómo vencer sin tener la razón”, por su parte, nos pregunta ¿qué pueden hacer aquellos pueblos que no han sido considerados como humanos, los “sin razón”, ante los contextos coloniales en los cuales (re)producen la vida? Nos lleva a la acción directa anti/contra colonial, donde la estrategia de los oprimidos y explotados es no olvidar y aprender a vencer sin tener la razón de generaciones que nos antecedieron como una de las posibilidades para seguir en nuestra presente rebeldía. El último de los relatos que cierra nuestro tomo a modo de epílogo, “Mis buenas noches, tus buenos días”, nos lleva a la convergencia de temporalidades (pasado-presente-futuro) a partir de un diálogo entre dos personajes que intercambian sentipensares para seguir viviendo en resistencia: uno hablando desde el futuro de su noche y el otro desde el presente de su mañana que ya es el pasado para el primero. ¿El futuro y el pasado pueden converger en un presente? y, por lo tanto, ¿se puede interferir en ese pasado que “ya pasó” y en el futuro que “está siendo” pero les otres no lo están viviendo todavía?