Racsol, 2023

Carlos A. ortega

Andarín. De un sentir latinoamericanista cuyos horizontes emancipatorios se encuentran en los ecos del tiempo y los futuros que están siendo; en geografías poco conocidas y rutas sin caminar. Relatos escuchados y compartidos; prácticas, experiencias vividas y los -no- espacios en construcción permanente.
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Durante la vida que vivimos no solemos registrar la cantidad de veces que, transmitidas de boca en boca, nos entran historias, ya sea familiares, sociales, ficticias o histórica. Al traspasar temporalidades, geografías e interpretaciones, llegan a diferentes escuchas para ser difundidas como anécdotas, relatos, consejos, advertencias e incluso como herencias intergeneracionales y/o de interépocas que posibilitan imaginar que el mañana no será como esa hora.

La idea de percibir un hoy que ya no será el de ayer hace que seamos receptivos a ellas, sin importar que sean escritas u orales, aunque reflexionamos que entre más se hablen, más se escucharán. Escuchando y hablando por generaciones y épocas es como llegamos a esta historia convertida en relato, uno que está dispuesto a dialogar con sus subjetividades e invita a ser compartido muchas veces de forma oral, porque fue construido por múltiples voces y vivencias para llegar al hoy que busca un mañana que no siga siendo el de hace poco. Para ello, se hace notar que no destaca por una escritura minuciosa ni tampoco difiere de la presentación más ordinaria de una narración: “Un día”.

Y es que un día, en vísperas de Assegas Ameggaz, llegaron a una thaddarth amazigh unos representantes del islam y del gobierno francés. Cruzaron los campos de trigo y cebada, senderos de vergeles e higueras, el granero de forraje y las presas destinadas a la elaboración de aceite, para encontrarse con el jefe de la tribu.

Al llegar con él, le mencionaron que su hijo, el próximo jefe dela tribu, como notable, debía ir a estudiar a una madraza o liceo para mostrar su respeto y alineación a ellos. Badis, el amenokal o jefe de la tribu atendió, tomó su tiempo, meditó dentro de su mundo en lengua tamazight y con tranquilidad respondió que, para tomar una decisión semejante, debía dialogar y escuchar a los diversos thakharrubth y antepasados que componen el futuro de la thaddarth.


Sin interesarse por conocer las causas y formas de organización de los imazighen, que habitaban en lo que para ellos era un territorio dominado en lo espiritual y administrativo, los musulmanes y los franceses acordaron imponer dos días como fecha límite para determinar a dónde se dirigiría Aderfi, hijo de Badis y próximo jefe de la tribu.

Badis no podía concebir romper con el ddm, ese profundo sentimiento de comunidad. Decidió convocar a una tajma’t al siguiente día, para resolver qué hacer. Desde el amanecer empezaron a llegar los taman de los thakharrubth una vez que, al interior de ellos, sus akham, habían platicado lo que habría que manifestar ante los demás. Algunos, al momento de participar, dijeron que Aderfi fuera con los musulmanes para aprender del Corán cómo orientar a la thaddarth en el código del honor y la moral. Otros estaban convencidos de que acudir con los franceses traería favores políticos de “los blancos”, sus colonizadores. Después de varias horas de intercambiar palabra y escucha, no se llegó a ningún acuerdo. La angustia aumentaba en el espacio de reunión debido al plazo fijado por los forasteros. Hubo un descanso.

Al retornar, no hubo cambio. Anocheció. Tras la repetición de declaraciones y sin votación unánime, una joven con tafzimt y vestido brillante que había estado aguardando su turno decidió que era el momento de compartir su pensar, colocándose en el centro de la tajma’t. Tamazight, era el nombre de esta vivaz mujer,hermana del jefe de la tribu. Ella, confiada como solía ser, mencionó lo siguiente: “Aderfi, mi sobrino, debe ir a estudiar con los franceses”.

Silencio total.
—¿Por qué? —preguntó Badis.
—Aderfi, mi sobrino, tu hijo, el próximo amenokal, debe ircon los franceses para aprender a vencer sin tener la razón —contestó una sonriente y doblemente convencida Tamazight.

Nadie entendió sus palabras. Ella ojeó alrededor buscando alguna mirada, mueca o movimiento de cuerpos que apoyaran su propuesta. No la encontró.

Dirigiéndose a su sobrino, exclamó:
—Aderfi, allá, en su tierra que no es ésta, no serás reconocido como el hijo de Badis, el próximo jefe de la tribu. Por más que te esfuerces, por más que demuestres que tus saberes son equiparables a los de ellos, que puedes hablar en su lengua e imitar su pensar, no serás tomado en cuenta. Vivirás la degradación de tu ser. Sólo verán en ti la figura del vencido, sin historia-s, un “no blanco” y “no civilizado”, el “sin razón” que no puede equipararse a lo humano —Tamazight respiró profundamente antes de hablar nuevamente—.

"Sobrino, hijo de Badis, hijo de Amezwar, hijo de Afaw y así hasta al primero; eres de los cabilios, la resistencia del linaje, el futuro jefe de la tribu, parte de la eternidad, memoria viviente en el tiempo de quienes estamos y ya no estamos ahora. Eres la palabra experiencial y no su sustituto escrito en las escuelas de quienes nos invadieron. Conservas los ecos del tiempo de Tamurt Idurar. Compartes el espíritu común de la tawiza. Nuestros sonidos, visiones, sentires y olores de la tamurt. No olvides que somos la palabra heredada" —repetía apasionadamente la mujer.

—¿Cómo lo hará? —se escuchó expresar a un hombre.

—Él sabrá que le mostrarán mundos, mentalidades, temporalidades diferentes y principios que no nos corresponden, pero en la cotidianidad comprenderá a quienes nos oprimen a través de sus formas y modos, aprenderá en la des-convivencia cómo vencer sin tener la razón —argumentó Tamazight.

—¿Será posible? —cuestionó Badis.

Tamazight suspiró mientras enfocaba la mirada en su hermano.

—-¿Tú crees o a veces crees? He hablado —concluyó ante el enmudecimiento general.

Los taman de cada thakharrubth se marcharon. Volvieron. Manos alzadas. La tajma’t deliberó que el próximo jefe de la tribu aprendiera en la “escuela de blancos”. Y así, Aderfi fue, escuchó, entendió y, junto con muchos otros jóvenes de otros clanes y tribus, regresó del territorio del invasor para organizarse y expulsarlo. Lo lograron. No fue sencillo. Hubo llanto, muerte, alegría. Desesperanza. Ilusión. Ellos y ellas pasaron a través del tiempo. Otros junto con otras persisten en la espiral recreativa hoy. Mañana, habrá más.

La transmisión de esta historia hecha relato fue heredada de boca en boca por las resistencias anti/contracoloniales de la región de Cabilia en Argelia. Merece ser compartida en otras geografías para enlazarnos y transfigurarnos en globos que permitan a quienes continúan soñando con ese no-lugar en construcción permanente, a quienes luchan y son perseguidxs, no sentirse en soledad ni presura.

Nota 1. Evitar que lxs perseguidxs sueñen con ser el perseguidor.

Nota 2. Los ritmos de los pueblos del mundo no son los ritmos de quienes se creen los amos del mundo del ayer, del hoy y del mañana.