Grafiti de una de las calles de la Paz, Bolivia, foto tomada en febrero de 2022. Autora de la foto Gaya Makaran.

Luz Elena Hernández Maldonado

Doctorante en Estudios Sociales, uam Iztapalapa. Es licenciada en sociología y maestra en Estudios Latinoamericanos por la unam. Sus líneas de investigación son: Estado, instituciones, movimientos sociales, y procesos políticos en América Latina.

A pesar de las constantes campañas que se han hecho para poder explotar la energía, basadas en la riqueza que generaría para el país, la falta de conocimiento espacial ha impedido que los proyectos para esta región se concreten, pues la misma exuberancia de la selva ha obstaculizado llevar a cabo una exploración profunda sobre la zona que refleje los verdaderos impactos ambientales y culturales que representa la construcción de una represa hidroeléctrica. La colocación de un par de diques en el río, que no sólo regularían la afluencia, sino que también inundarían una parte de la selva, fue considerada por las mismas empresas encargadas de los estudios de impacto como inviable, justamente por el costo ambiental.

Durante toda la legislación del mas hubo una campaña constante para la construcción de esta represa, sin considerar los costos sociales, las repercusiones culturales o políticas que se desprenden de un proyecto de esta amplitud; por el contrario, en varias ocasiones se denunció el acoso constante contra quienes se oponían a la postura gubernamental que intentó imponer la construcción de este megaproyecto. En este sentido, estamos ante la paradoja de que el Estado boliviano, constituido como plurinacional, basado en el reconocimiento de la autodeterminación de los pueblos indígenas, en realidad, estaba violando, por ejemplo, el derecho a la consulta previa, libre e informada establecido en la Constitución. Así, el gobierno simplemente informó con entusiasmo a la población que el estudio llevado a cabo por la empresa italiana Geodata había reabierto la posibilidad de construir esta represa que convertiría a Bolivia en el “centro/corazón energético de Sudamérica”. Se trataría de la producción de energía destinada principalmente a la exportación. 

Al enterarse de los planes gubernamentales, las comunidades que habitan en las laderas del río comenzaron a preocuparse por su hogar, pues a pesar de que los voceros del gobierno argumentaron que únicamente se afectaría a 2% del área protegida, por lo que tendría impactos mínimos, no pensaron en las comunidades indígenas que se verían directamente dañadas por el desplazamiento forzado al cual estarían sometidas de concretarse el proyecto. Es necesario destacar que estas comunidades construyen todo su imaginario cultural y sociopolítico alrededor del río, por lo que la edificación de esta represa los pondría en peligro de etnocidio, pues probablemente desaparecerían a cambio de la generación de energía. Si bien el Bala-Chepete se presenta como un proyecto de energía limpia que además aumentaría los ingresos del Estado, existen intereses y acuerdos con otros países, como Brasil, que han comprometido al gobierno a actuar de manera contraria a las necesidades y deseos reales de la población. 

Ante esta situación, el 17 de octubre de 2016 se llevó a cabo un ejercicio de participación que logró aglutinar a diversos pueblos indígenas como tsimanes, uchupiamonas, tacanas, mosetenes, torewas, chinay y lajas, los que no sólo discutieron sobre la amenaza a la vida que representa el megaproyecto, sino que presentaron algunas alternativas al mismo, evento al cual tuve la oportunidad de acudir en el marco del trabajo de campo durante mi investigación de maestría en estudios latinoamericanos.  

Durante mi estancia en el amazónico Rurrenabaque, como también en el angosto de El Bala, los campamentos turísticos al interior de la selva, junto con los centros de investigación y universidades de La Paz y Cochabamba, en Bolivia, tuve la oportunidad de entrevistar a variedad de personas, entre ellas, guardias, académicos, estudiantes, investigadores, profesores, caseras (mujeres que atienden puestos en los mercados) y, por supuesto, a gente de las comunidades que rechazaba de manera enérgica la construcción de la represa. El rechazo se debía a los distintos malestares que el megaproyecto podía ocasionar, pero también al atropello a la consulta previa, libre e informada que decanta en la toma de decisiones de manera unilateral por el gobierno, lo que representa una afrenta directa a la voluntad y autodeterminación de los pueblos. 

Frases como “Al Evo se le ha olvidado que nosotros somos bravos, que no nos vamos a dejar” o “El gobierno hace lo que le da la gana” fueron constantes en las conversaciones que sostenía con las personas, lo cual arrojó como resultado un evidente repudio, ya no sólo a la construcción de estos proyectos, sino a la gestión misma del gobierno.

Esta reunión se convocó explícitamente para tomar acciones en contra de los planes de construcción del megaproyecto, por lo que hubo participación directa de los representantes de las comunidades (y en muchos casos de los mismos pobladores), lo que dio la oportunidad de conocer directamente las exigencias y preocupaciones existentes en torno a este proyecto. Estuve presente durante las aproximadamente cinco horas en las que se intercambiaron puntos de vista entre las comunidades. Como consecuencia de esta reunión, se redactó un documento firmado por 16 de las comunidades que serían afectadas, en el cual se oponían a la construcción del embalse. En este sentido, el documento intenta dar una idea de la forma en que se han manejado los asuntos de orden público en Bolivia. 

El video de mi autoría que presento tiene la intención de mostrar, sobre todo, los rostros de las personas que habitan aquella zona y su forma de vida, que ayuda a entender que detrás de los megaproyectos se encuentran individuos y colectivos que históricamente han protegido y siguen defendiendo sus territorios y sus bosques. Estos espacios se han convertido en una suerte de mercancía, no sólo para las empresas, sino para los gobernantes, sin importar la afiliación política o adscripción étnica, que responden a los planes del falso desarrollo. La experiencia ha demostrado que lejos de buscar atender las necesidades locales, responden a lógicas de “refuncionalización” del espacio para la producción y explotación de la naturaleza en favor de grandes capitales, lo que ha generado una serie de conflictos derivados de este ordenamiento espacial. La resistencia que se teje desde las comunidades indígenas que luchan por conservar sus territorios y sus modos de vida es la que inspiró el siguiente material.