Nuestros horizontes internos
En 2020, reaccionando ante las medidas de restricción de actividades colectivas y presenciales para contener la pandemia, ensayamos la articulación entre espacios culturales feministas ubicados en diversas ciudades latinoamericanas, la cual nombramos Red de casas feministas y transfeministas de Abya Yala. A partir de ese encuentro virtual hemos establecido un diálogo comprometido entre México y Colombia a lo largo de meses, para compartirnos la experiencia de La Morada y La Gozadera y, más aún, acompañarnos en el devenir de cada proyecto. Este ensayo visual narra entretejidamente las historias de estas dos casas hermanadas desde el feminismo y la autogestión en dos ciudades de Abya Yala.
El sueño que originó estos espacios comparte en su horizonte la utopía de crearnos una casa propia y colectiva. Muy pronto nos dimos cuenta de que la necesidad era compartida por muchas colectivas y compañeras que anhelamos tener un espacio para crear una cultura común en clave feminista, desde y para nosotras.
Ambas casas nacieron como un sueño individual compartido con amigas y cómplices. Para el surgimiento de La Gozadera se invitó —con inicial desacierto— a dos amistades sin implicación con el feminismo, razón por la que este espacio encontró su corazón coordinador ya bien entrado su primer año de vida, cuando dos socias, ambas lesbianas feministas, se sumaron de lleno al proyecto. Mientras que para la creación de La Morada se invitó a amigas cómplices a colaborar en lo que fue el primer equipo de voluntarias, que logró poner en pie el espacio. Con el paso del tiempo, este equipo se renovaría dos veces para dar continuidad al sostenimiento del lugar.
El espacio cultural feminista La Gozadera abrió sus puertas en septiembre de 2015 en la colonia Centro-Alameda, barrio de San Juan de Letrán, en la Ciudad de México. En la foto se aprecia la vista desde una de las entradas en planta baja donde, al fondo, se encuentra el escenario.
Fuente: equipa de La Gozadera.
Ambos espacios esperanzaron un lugar de existencia y creación feminista en Bogotá y Ciudad de México; ambos exploraron la autogestión y la autonomía alternativas para el bienestar y la resistencia.
Las luchas que nos formaron, inspiraron y guiaron hacia el feminismo
Cada una de nosotras, creadoras de estos espacios, tuvimos acercamiento a luchas sociales durante nuestra juventud y etapa estudiantil; ahí conocimos la una el antirracismo y la crítica descolonial; la otra el neozapatismo, la lucha estudiantil y antiglobalización (como entonces se denominaba a las luchas contrala explotación capitalista). Luchas de las que nos alejamos por la reproducción de violencias y exclusiones machistas. En nuestra insistencia por juntarnos para transformar nuestra realidad, encontramos en el feminismo, postura filosófica y política a la vez que movimiento, un espacio propio para desarrollar nuestra voz y acompañarnos de otras.
Estos espacios sumaron ánimo a la efervescencia que el movimiento feminista ha tenido en los últimos siete años en Latinoamérica. La Gozadera fue un espacio organizativo relevante para organizar la manifestación del #24A (24 de abril de 2016), que convocó a la marcha desde el municipio de Ecatepec,en el Estado de México, al Monumento a la Revolución y de ahí al monumento de la Victoria Alada (Ángel de la Independencia)en la Ciudad de México. Por su parte, La Morada constituyó un enclave de encuentro que posibilitó acciones públicas de gran aliento, como el lanzamiento del trapo gigante desde lo alto de diversas edificaciones en Bogotá como parte de la campaña #SomosUnRostroColectivo
La Gozadera surgió como un proyecto con tres corazones, tres ejes: autosuficiencia económica; articulación política con el movimiento feminista; y la creación y promoción de expresiones culturales en clave feminista. En la foto se ve el área de mesas llena de cara a una presentación que acontece en el escenario, el cual se encuentra ubicado al fondo de la planta baja.
Fuente: Equipa de La Gozadera.
Nuestro espacio cotidiano de resistencia, existencia y creación
Tener una casa común nos permitió organizar tremendos encuentros entre mujeres, entre feministas y otras luchas por la vida. En la imagen se observa la planta baja llena de mujeres con el puño en alto en el cierre del Encuentro metropolitano de mujeres que luchan por una vida digna y justa para todas, realizado del 23 al 25 de noviembre de 2018 en la Universidad Autónoma Metropolitana y La Gozadera.
Fuente: Porque acordamos vivir
Crear la casa
Ambos espacios se alojaron en edificaciones antiguas, que datan de inicios del siglo pasado. En la Ciudad de México encontramos un amplio espacio en este céntrico barrio en el que coexisten actividades comerciales y habitacionales que, en estos últimos años, ha experimentado una subida de precios en la renta y, con ello, ha expulsado a sus antiguos residentes, incluyendo a la propia Gozadera.
La dinámica de la zona se modificó de manera compleja con la apertura de La Gozadera: por un lado, nos enfrentamos a la disputa por una parte del territorio que también era ocupado por otra población; logramos hacernos un espacio en la comunidad y —así lo vivimos—, brindamos beneficios a la comunidad toda, específicamente a las mujeres.
Los inicios fueron desafiantes pero llenos de ímpetu. En estas casas feministas invocamos la vida en sus dimensiones cotidianas: un espacio para estar, para dialogar, para descansar, para jugar, para bailar, para hacer política y construir lo común.
La Morada abrió puertas con una campaña de donaciones para amueblar y hacerse de infraestructura necesaria para dar acogida a las mujeres en sus múltiples y diferentes habitaciones:un espacio para descansar; un espacio para el estar de niñas, niños y niñes; uno para trabajar, leer, estudiar; otro para poder disfrutar y conspirar con las aliadas.
Al principio, la infraestructura fue muy básica; de apoco y a través de trueques, autoconstrucción, donaciones y pequeñas adquisiciones, el espacio se fue llenando de colores, mobiliario adecuado y propósito. En la imagen se muestra la pinta de la barra frontal de La Gozadera —que fue construida por nuestra amiga Silvia Gabriela—por una colaboradora del espacio y Yolliztli Ruiz, con un diseño de esta también gran amiga, aliada y maravillosa artista visual.
Fuente: Equipa de La Gozadera.
Este espacio se volvió uno aparte dentro de La Gozadera, que se fue llenando de expresiones estéticas, de trazos espontáneos o planeados de sus visitantes. En la imagen se aprecia un dibujo realizado por alguna asistente al espacio en una puerta, con el mensaje“¡Vulva la revolución! y “Lesbianas resistiendo”.
Fuente: Equipa de La Gozadera.
Cotidianidad de creación y resistencia
En La Gozadera se inició una cocina que incluía ingredientes de origen animal. Poco a poco, al ritmo del diálogo y de nuestro sentir, fuimos construyendo una carta con opciones vegetarianas y veganas que plasmó esta intersección de sentido que logramos incorporar gustosamente al proyecto. Esta decisión nos permitió explorar en nuestros gustos para crear una opción de alimentación cotidiana que nos nutrió, nos dio felicidad y un asombroso redescubrimiento de la potencia del fuego que alimenta y de la fuerza colectiva que hay en la cocina.El subproyecto del restaurante fue el que más formalización laboral alcanzó en La Gozadera y el que aportó la mayor proporción de sostenibilidad económica a toda nuestra casa, en montoy constancia. Las compañeras que acá colaboraron son profesionales de la cocina; en torno a ellas se conformaron los equipos integrados por colaboradoras menos experimentadas, asalariadas ambas, y por las coordinadoras de la casa, quienes participamos en una rotación de horarios y actividades. Todas tuvimos que estrechar nuestro vínculo con la cocina, con la preparación de losalimentos colectivos, ya fuera sugiriendo la incorporación de un platillo al menú, elaborando a detalle la lista de compras o metiendo las manos en la masa; en retribución, la cocina de esta casa diariamente nos alimentó nutritiva y gozosamente.
Uno de los pilares para el auto sostén de La Gozadera fue el restaurante. Nuestra cocina se fue construyendo vegetariana y vegana; también fue un motivo para propiciar encuentros, tejernos y brindarnos cuidados, placer, aprendizajes y calor. La imagen muestra una selección de los diferentes platillos que fuimos creando y disfrutando.
Fuente: Equipa de La Gozadera.
Los conciertos fueron una actividad tremendamente gozosa que nos permitió enlazar, a través de la gran pasión que despierta la música, con mujeres talentosas de diferentes latitudes del mundo.En la imagen a blanco y negro se ve a las músicas argentinas Las Ex en concierto.
Fuente: Equipa de La Gozadera.
El espacio nos permitió realizar todo tipo de reuniones y así robustecer y extender los lazos de una comunidad en resistencia y creación desde los feminismos. La imagen es una toma general de la presentación del libro de Julia Antivilo, titulado Entre los agrado y lo profano se tejen rebeldías, en la planta alta de La Gozadera,todas sentadas en el piso sobre colchonetas.
Fuente: Equipa de La Gozadera.
Diversos diálogos tuvieron lugar en nuestra casa. En la imagen se observa a participantes en el conversatorio sobre la creciente desaparición de mujeres con la presencia de integrantes de la Red de Madres de Mujeres Desaparecidas o Víctimas de Feminicidio, realizado el 24 de noviembre de 2016 y coorganizado con Ana Tijoux.
Fuente: Pris Miranda.
Autogestión en clave feminista
Con el paso del tiempo y el crecimiento de nuestros proyectos,cada asunto, por cotidiano, pequeño o específico que pareciera,fue reclamando su lugar en el hacer de lo personal algo político,es decir, al politizar nuestra cotidianidad. Nuestras historias noestán exentas de conflictos, rupturas, reveses, nudos desde loscuales reflexionar lo andado para esperanzar el futuro.Muy al inicio trabajamos con la red de compañeras Autosostén;después ensayamos múltiples mercaditas, bazaras e integrarnos ala red de multitrueque Mixhuca, hasta que logramos una confluencia de apoyo para el sostén de muchas compañeras con elproyecto de tienda ArteSanas Colectiva.
La Gozadera fue un espacio que nos permitió expresar y cultivar la solidaridad y la empatía que sentimos por diferentes circunstancias que nos entretejen o nos interpelan desde luchas hermanas;tener un espacio para extender a otras personas un techo o escenario fue de las mayores potencias que cosechamos. En la imagen se muestra la organización de víveres en la planta alta de La Gozadera tras los sismos de 2017; lo acopiado fue enviado a la zona del Istmo, en la costa del estado de Oaxaca.
Fuente: Equipa de La Gozadera.
Buscamos el auto y mutuo cuidado, aunque no siempre lo alcanzamos. El ensayo y el error, equivocarnos e insistir, fue la dinámica constante. Ejemplos de ello son la experiencia del huerto interno en La Morada, realizado por estudiantes de Diseño Industrial de una universidad de Bogotá, o el espacio de formación interna en La Gozadera que, frente al cansancio que implica una jornada laboral y la constante rotación de colaboradoras,siempre fue un espacio latente pero no consolidado.
Las compañeras que hicieron parte de la equipa de La Gozadera fueron el corazón del proyecto, una gran red de mujeres que compartieron su talento, tiempo y vitalidad.
En 2019 logramos una alianza amorosa entre mujeres para la creación de la tiendita ArteSanas Colectiva, espacio donde mujeres productoras tuvieron un punto de venta de sus múltiples creaciones:textiles, cosmética e higiene, arte, accesorios, dulces, chocolatería, conservas, decoraciones, pinturas y más.
Fuente: ArteSanas Colectiva.
Tras meses cerradas por pandemia, decidimos entregar el local en la Ciudad de México, sin saber que meses después emprenderíamos la mudanza a la ciudad de Xalapa para reiniciar el gozo feminista. En la foto se ve el camión rojo que trasladó las cosas a la nueva sede en el estado de Veracruz, el cielo intensamente azul ocupa la mitad superior de la imagen.
Fuente: Pacha’s wam.
La no posesión de un espacio físico fue una condición que se presentó insalvable para nuestros proyectos frente a las medidas para contener la pandemia de 2020, motivo por el que tuvimos que cerrarlos. En esta parte de nuestra historia toca escribir y,acompañándonos, lo estamos practicando como sanación ante la pérdida de proyectos de vida en torno a cada casa feminista.
En estos ensayos de nueva cotidianidad la creación artística abrazó el activismo feminista, embelleciendo la toma de conciencia, la resistencia y la apuesta por la transformación. El espacio se colmó de infinidad de imágenes coloridas e inéditas, de lírica fascinante y crítica, de obras escénicas transgresoras y reflexivas,además de un sinfín de expresiones de artivismo feminista quemultiplicó nuestras posibilidades de existencia. Por ahora toca escribir como forma de resguardar nuestra experiencia y memoria para poder compartirla y atesorarla; recuperar nuestra vivencia, circularla con otras compañeras que quieran crear espacios similares, documentar nuestras prácticas y hacernos parte de la historia.